I Congreso Internacional “LA DESBANDÁ”. Un siglo de luchas populares antifascistas

Mesa 1

“Después de Almería, la Diáspora. Movimientos y destinos de la población refugiada en Europa, África y América”

  Relato

Eusebio Rodríguez Padilla expone que, en los primeros trabajos sobre la salida de Málaga, Encarnación Barranquero y Lucía Prieto han investigado como fue el éxodo a la ciudad de Almería y lo ocurrido en el trayecto entre las provincias de Málaga y Granada fue magníficamente estudiado por Maribel Brenes y Andrés Fernández.

Quedaba saber lo que ocurre cuando 150.000 personas, según un corresponsal holandés, llegan a Almería, esta ciudad en aquellos momentos tenía una población de 50.000 habitantes.

El Gobernador Civil, Gabriel Morón desiste enviar vehículos para socorrer a las personas que caminaban entre los fuegos enemigos. ¿Por qué? Los 2.500 litros de gasolina que tenía había que enviarlos a Lorca para abastecer a la XIII Brigada Internacional que se desplazaba al frente.

La mayor parte de los médicos de la ciudad habían salido para ponerse a salvo y sólo regresaron ante las amenazas de encarcelamiento del Gobernador Civil.

Cuatro problemas importantes se le presentan a Gabriel Morón Díaz ante la llegada de tan importante contingente humano:

  • Un problema habitacional: Almería sólo acogió a 10.000 personas, al resto en cuanto pudo les enviaba a los pueblos de la provincia. Y por tierra a Murcia y por mar a Alicante. No obstante, la población de Almería se vuelca con la recogida de refugiados, principalmente con las niñas y niños. Incluso las familias más pudientes de entonces recogieron Al acabar la guerra se justificaban diciendo que lo habían hecho por miedo ya que, si no lo hacían, podían recibir represalias del alcalde.
  • Un problema sanitario: No había vacunaciones, pero si se encalaron los lugares acondicionados para las personas refugiadas, hubo tan sólo un brote de tifus en el cargadero de mineral de Alquife, playa de las Almadrabillas.
  • Un problema de seguridad: ya que los primeros llegados a Almería venían en vehículos de motor, portaban armas, lo que produjo el temor de las autoridades locales, que tomaron la decisión de recogerlas a la entrada a la ciudad. Y a los que tenían edad los enviaban a los cuarteles.
  • Un problema alimentario: Lo que en un principio parecía difícil o imposible de solucionar, gracias a la ayuda del gobierno de España se solventó con el envío de dos millones para atender las necesidades de las personas refugiadas.

Señala que al estudiar la vida de los llegados faltaban piezas:

– No había personas heridas de metralla o armas de fuego, estando en guerra, en el hospital de Almería.

– Apenas había niños y niñas acogidas en Almería, pocas guarderías para los hijos de milicianos y de viudas de guerra.

– No hay mujeres en estado de gestación, ni niños nacidos en los meses siguientes a la llegada.

Investigando y siguiendo el rastro por tierras de Levante, dice el autor, llegamos a Murcia y aquí encontramos respuestas a nuestros interrogantes.

Murcia contaba con cinco hospitales espléndidamente equipados y dotados con personal médico de lo más eficiente, entre otros el hospital de las Brigadas Internacionales. Y once hospitales repartidos por su provincia. A ellos fueron llevadas las personas enfermas más graves llegadas a Almería y las mujeres embarazadas. El número de mujeres que dieron a luz en los hospitales de Murcia es de 263.

Niñ@s perdid@s, menores de los que se tiene constancia son: 1 de 2 años, 3 de 3años, 3 de 4 años, 5 de 5 años, 8 de 6 años, 3 de 7 años, 4 de 8 años, 3 de 9 años,7 de 10 años, 9 de 11 años, 4 de 12 años, 6 de 13 años, 14 de 14 años, 3 de 15 años, 2 de 16 años y 5 de 17 años. La actuación de las autoridades murcianas fue ejemplar para las personas recién llegadas, quizás por ello, su alcalde Fernando Piñuera Romero fue condenado a muerte y ejecutado al finalizar la guerra y el médico Mateo Carreras Roura procesado y condenado a 30 años de prisión.

Pero la Desbandá o Huida, no terminan ni en Almería ni en Murcia siguen marchando por el Levante hasta Cataluña y Francia.

 

El interés del ponente Juan Francisco Colomina por los malagueños y malagueñas de la Desbandá o Huida, su éxodo y exilio le llevan a la investigación y estudio del “Exilio republicano andaluz”. Se estima que hay entre 45 ó 50 mil andaluces en el exilio a principios de 1939. Cuando llevaban unos 20 mil exiliados en la base de datos, les llamó la atención que de ellos 8.000 eran de Málaga y la mitad eran civiles.

“El exiliado, el sin patria, es en todas partes un huésped indeseable que tiene que hacerse perdonar, a fuerza de humildad y servidumbre, su existencia”( a sangre y fuego de Manuel Chávez Nogales 1937). Este es el sentimiento de muchas personas exiliadas en los primeros años del exilio, ya que tuvieron que vivir en campos de concentración y una 2ª guerra mundial.

La salida natural de los malagueños que llegan a Almería para exiliarse no es Francia, sino Argelia o Marruecos, colonias francesas en esos momentos. Por tanto, llama mucho la atención encontrar tantas personas malagueñas en Francia. La primera explicación es que eran refugiados que salieron de Málaga en el año 1937 y con el paso de los meses se fueron instalando en Cataluña y desde ahí entre finales de 1938 y primeros días de 1939 se produce su segunda desbandá hacia Francia.

Cuando cae Barcelona (26 de enero de 1939) cerca de medio millón de personas salen con lo puesto. Una gran columna humana caminando, ya que no estaba permitida la circulación de vehículos en los últimos kilómetros antes de la frontera. Una gran mezcla humana: hombres, niñas, niños, mujeres, ancianos, obreros, intelectuales, políticos… bombardeados hasta la frontera francesa por la aviación franquista.

Era una avalancha un poco ordenada. Francia tenía miedo y propone al gobierno republicano y al general Franco hacer una “Bolsa de refugiados” en torno a los Pirineos. A lo que se opuso rotundamente el gobierno republicano, tenía claro lo que ocurriría después, también se oponen los partidos de izquierda franceses, así como la Cruz Roja y los Cuáteros Canadienses. El gobierno francés tuvo que permitir un paso escalonado: en primer lugar, sólo las personas heridas, después mujeres y niños y entre el 7 y 8 de febrero los milicianos, los militares y los mayores de 16 años.

La prensa francesa fue un acicate contra las personas refugiadas: “indeseables, problema, rojos, comunistas, asesinos de curas y monjas” todo ello se recoge en esos días, son un peligro para el Estado francés.

Los militares y mayores de 16 años van directos a los campos de concentración (Argelès-sur-Mer, Septfonds, Gurs). Eso suponía una separación familiar, carencia de sanidad, de alimentos de atención psicológica, nada de techos ni refugios y con vigilantes de la Guardia Senegalesa. Había un control exhaustivo de las personas refugiadas. Niños de la Desbandá que salieron de Málaga con 13 ó 14 años cuando llegan a Francia años después van a terminar en los campos de trabajo. Son los 152 malagueños muertos en campos de concentración. ¿Dónde están esos fallecidos?

 

Pilar Domínguez Prats aborda el tema del exilio especial en México donde estuvo 2 años, desde la historia oral. Una historia que se centra en la Memoria como objeto de análisis. Estudia a las mujeres que siempre han sido una voz y sujeto escondido para la historia.

Comienza sus entrevistas en los años 80 y recupera esas entrevistas que ahora le han permitido revisarlas y poder recuperar voces de mujeres como la de María Fernández, su apellido de soltera, o María Gallegos, su apellido de casada, nacida en 1910. Gracias a estas entrevistas ha podido volver a encontrarse con la Desbandá. Reconoce Pilar que nunca había oído hablar de ello.

Interesante entrevista con María y su marido, señala que a veces los maridos intervienen de forma paternalista. Él si había estado en la Desbandá, ella no, ambos malagueños. Aunque María no participó en la Desbandá, pero sí sufrió sus consecuencias por que estuvo tres meses en la cárcel “Estuve metida en la cárcel como una criminala, sin haber hecho ná”. Su marido huyó de Málaga y ella padeció la represión de género.

Más de medio millón de personas cruzan la frontera, un 43% de mujeres y niños y un 57% de hombres, por la derrota de la República y por una ley de 1939,” Ley de Responsabilidades Políticas” que hacía retroactiva esa responsabilidad hasta 1934. Estos porcentajes nos indican la importancia numérica de las mujeres refugiadas y el hecho de que se tratara de una emigración familiar, que incluía varias generaciones. El exilio más numeroso de mujeres en la historia contemporánea de España.

Hay una serie de viajes a Francia, sufriendo los campos de concentración que también va a sufrir el marido de María hasta poder salir para México. Estos viajes estaban organizados por el SERE (Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles). Junto con el SERE también la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles, JARE.

Paco, el marido de María, era empleado de comercio, pertenecía a Izquierda Republicana y a la UGT. En 1931, había formado parte del Comité que proclamó la República en Málaga, y según cuenta “salió por piernas” de Málaga en febrero de 1937, combatió en infantería y en la batalla del Ebro, luego pasó a Cataluña y el 13 de febrero de 1939 pasó a Francia y de allí a México en el vapor Ipanema uno de los tres vapores, junto con El Sinaia y el Mexique que en 1939 salieron de Francia con destino a Veracruz. En 1940 la invasión alemana de Francia interrumpió estos viajes a México.

Muchas mujeres encontraron muchas dificultades para poder viajar, había criterios bastante estrictos para las mujeres que viajaban solas. Algunas se hacían pasar por casadas con otro. En México se calcula se establecieron más de 24.000 personas refugiadas españolas entre 1939 y 1947. Un tercio eran mujeres.

María se consideraba una víctima de la guerra, sin capacidad de control sobre los acontecimientos. Ella, como sus hermanas, tuvo que trabajar desde niña en el pequeño negocio de su padre, cosiendo a máquina las plantillas de los zapatitos de bebé, mientras recibía una escolarización deficiente y discriminatoria en un colegio de monjas. Ella seguía los pasos del modelo tradicional de feminidad y a los 11años se hizo novia de Paco. Todo lo referente a su vida privada, forma una parte fundamental de su vida. Recordaba vagamente los acontecimientos políticos del periodo republicano, ni siquiera recordaba haber votado durante la República. María recordaba 50 años después: “Yo en la guerra no hice ná”. Llegó a México 7 años después de su marido en 1946 cuando se reanudaron los viajes en barco desde España a Cuba y de la Habana a México.

 

Testimonio de una superviviente de 84 años, María Amparo Sánchez Monroy que nos confirma los padecimientos del exilio, vivido en sus carnes.

Habla de nuestra historia social más reciente: de una epopeya escrita por hombres y mujeres anónimos cuyos nombres no figuran en la historia oficial, aunque ellos sean su misma esencia…mujeres y hombres de España que han vivido la historia en su dimensión más trágica.

De unas páginas, aun por explorar, que hablan del exilio y de campos de concentración, de resistencia, de cárceles, de tortura y de muerte. De un pueblo digno, en lucha por su libertad: gente sencilla, gente “de cada día”, ni élite ni héroes, hijos de ese pueblo llano al que Antonio Machado celebraba por boca de Juan de Mairena que decía al hablar de la patria: “En caso de peligro, los señoritos la evocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y ni siquiera la nombra”. De ese pueblo se trata, pueblo abandonado, condenado al destierro, pueblo traicionado por unos y otros.

He tenido la inmensa fortuna de crecer a la luz de su ejemplo, compartiendo con ellos las miserias del exilio, los campos de concentración de Francia y las desgracias de otra guerra, todas las luchas, esperanzas y desesperanzas de esos años tan duros del destierro.

Hablaré pues desde mis propios recuerdos, como testigo directo de hechos y episodios vividos a su lado, desde la memoria dolorosa de unos derrotados que jamás ¡JAMÁS! Se dieron por vencidos. Nací aquí, en esta tan castigada “piel de toro” nuestra, un día de abril, en plena guerra mal llamada “civil”, cuando la aviación fascista, por primera vez en la historia bombardeaba a la población civil, sembrado muerte y espanto…soy hija de luchadores antifascistas: mi padre, teniente de Asalto, miembro de UNE y teniente de Forces Françaises de l´Interieur en los maquis de Francia y uno de los casi 5.000 “don Quijotes” que se lanzaron al asalto de los Pirineos por el valle de Arán en octubre de 1944. Mi madre, miembro de la Juventudes Socialistas y delegada del Socorro Rojo Internacional.

La victoria franquista no dejó a los republicanos más opción que EXILIO O MUERTE. La caída de Barcelona el 26 de enero de 1939 iba a generar la más colosal “Desbandá” jamás conocida. Mis padres conmigo en brazos se unieron a ella esperando encontrar asilo en Francia, patria de los Derechos Humanos. Pero los tiempos no eran tiempos de humanidad, y el “asilo” esperado, para quienes pasamos los Pirineos, fueron los campos de concentración del sur de Francia y “albergues” improvisados en donde encerraban y vigilaban a la increíble ola humana de refugiados “indeseables”, así con esta etiqueta figurábamos en las leyes de extranjería de esos tiempos. Para otros iban a ser los terribles campos de África del Norte: Djelfa, Boghri, Hadjerat m´guil.

El día 10 Francia cierra su frontera. Nuestra suerte estaba echada. Para asombro y desesperación de los 500.000 refugiados que, a pesar de todo, de la guerra, de los bombardeos hasta la misma frontera, de los cuerpos deshechos, de los duelos y dramas que iban arrastrando y de la penosa marcha por duros caminos del exilio, entraron en territorio francés. Los campos de concentración iban a ser el “cementerio de las últimas ilusiones”: Latour-de-Carol, Saint Laurent de Cerdan, Mont-Louis (en los Pirineos: por cama el suelo helado y la nieve), Argelès-sur -Mer, Saint- Cyprien, Le Barcares (de arenas frías, lluvias, y tramontana). En ese campo de Argelès-sur-Mer, de tan triste memoria, miles de niñas y niños españoles empezamos a descubrir el mundo en su faz más inhumana, sufriendo igual que los adultos toda la dureza de los campos de concentración franceses y el peso de todas las humillaciones y sufrimiento impuestos a nuestros padres. Mi familia, como miles de otras, sufrió el cruel desgarro: nuestra dispersión por todo el territorio, en los mil y un “albergues “reservados a los refugiados. Campos de concentración, albergues, la cárcel vieja de Aubusson en el centro de Francia, donde cumplí mis 2 añitos. A pesar de mi corta edad creo que todo lo vivido está marcado para siempre en mi subconsciente. Mis recuerdos propios empiezan cuando tenía 4 años y me tocó vivir de pleno el racismo rancio y la xenofobia, recuerdos que han dejado profundas huellas, que los he vivido y sufrido en carne viva: el ser niña de un destierro abrumador, crecer lejos de tu cuna natal como refugiada, en un país que no entiendes ni hablas su lengua, un país que maltrata a tus padres, es una experiencia que te hace crecer fuerte y madurar muy pronto en conciencia.

¡¡Si estoy aquí hoy es en Memoria de ellos y ellas, de los refugiados políticos de mi infancia a quienes tanto debo!!