Memoria en carne viva:

      – 1939: La “desbanda”. Camino de la Frontera: los campos de concentración y el destierro.

      – 1956: Retorno a España: la represión y el exilo interior.

 

María Amparo Sánchez-Monroy y Martínez

Delegada de AGE en Francia -exiliada y niña de la guerra-.

 

¡Hola! ¡Salud!

Como bien sabemos la Historia oficial de este país ha sido escrita durante casi 40 años desde la violencia de un golpe de Estado por los vencedores de nuestra llamada “Guerra Civil”, que fue eso y mucho más…

Y ha tenido que pasar mucho tiempo, años y años, años negros de represión y dictadura hasta que la versión histórica impuesta por ellos a fuerza de terror empiece a requebrarse y caiga al fin el espeso muro de silencio en el que pretendían sepultar la verdadera historia social del pueblo, la que es tiempo y vida humana: risas, penas, lucha, esperanzas, sufrimiento y muerte…

Y de eso precisamente quiero hablar de nuestra historia social la más reciente.

De una epopeya escrita por hombres y mujeres anónimos cuyo nombre no figura en la historia oficial, aunque ellos sean su esencia misma. Hombres y mujeres de España que han vivido la historia en su dimensión más trágica. De unas páginas, aun por explorar, que hablan de exilio y de campos de concentración, de resistencia, de cárceles, de tortura y de muerte. De un pueblo digno, en lucha por su libertad, gente sencilla, gente “de cada día”, ni élite ni héroes, hijos de ese pueblo llano al que Antonio Machado celebraba por boca de Juan de Mairena que decía al hablar de la Patria: “en caso de peligro, los señoritos la evocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y ni siquiera la nombra”. De ese pueblo se trata, pueblo abandonado, condenado al destierro, pueblo traicionado por unos y otros.

Porque he tenido la inmensa fortuna de crecer a la luz de su ejemplo, compartiendo con ellos las miserias del exilio, los campos de concentración de Francia y la desgracia de otra guerra, todas las luchas, esperanzas y desesperanzas de esos años tan duros del destierro. Hablaré pues desde mis proprios recuerdos, como testigo directo de hechos y episodios vividos a sus lados, desde la memoria dolorosa de unos derrotados que jamás –¡JAMAS!- se dieron por vencidos.

Pero antes, porque quiero dejar claro desde donde hablo, precisare lo siguiente: Como bien dicho por Pepe, mi nombre es María Amparo y nací aquí, en esta tan castigada, “piel de toro”, nuestra un día de abril, en plena guerra llamada “civil”, cuando la aviación fascista por primera vez en la Historia bombardeaba la población civil sembrando muerte y espanto.

Soy hija de luchadores antifascistas,

 EL: Teniente de Asalto, Miembro de la UNE y de Reconquista de España. Teniente de FFI (Forces Françaises de l’Interieur) en los Maquis de Francia y, también uno de los casi 5.000 Don Quijotes que se lanzaron al asalto de los Pirineos por el Valle de Aran en octubre del 44.

ELLA: Miembro de las Juventudes Socialistas y Delegada del Socorro Rojo Internacional.

La victoria franquista, alcanzada con el fuerte apoyo de armas y tropas nazis-fascistas, con la complicidad y el dinero del gran capitalismo y bien servida por una “NO INTERVENCION” totalmente parcial que respondía a intereses geopolíticos no confesables, no les dejó a los republicanos más opción que EXILIO o MUERTE.

La caída de Barcelona en enero del 39 iba a generar la más colosal “desbanda” jamás conocida.

Mis padres conmigo en brazos se unieron a ella, a las tristes e interminables columnas de derrotados que, desde días y días para algunas, venían caminando penosamente desde lejanos lugares de la península, con niños en brazos, maletas al hombro y atajos de fortuna en dirección a la frontera, esperando encontrar asilo en Francia, patria de los Derechos Humanos.

 Pero los tiempos no eran tiempos de humanidad…Y el “asilo” esperado fueron ¡campos de concentración!

Para unos, los que pasamos por los Pirineos, fueron los campos de concentración del sur de Francia y demás “alberges” improvisados en donde encerrar y vigilar a la increíble ola humana de refugiados que cruzaron su frontera en febrero del 39 y que llegaron a su territorio como “INDESIRABLES” (indeseables, así, con esa etiqueta figurábamos en las leyes de extranjería de esos tiempos. Y eso sólo, auguraba ya mucho). Para otros -los que salieron de Alicante principalmente- pero también los asignados a residencia por el Gobierno francés y demás deportados, iban a ser los terribles campos de África del Norte: DJELFA, BOGHARI, HADJERAT M’GUIL…

Nosotros Pasamos por Port-Bou el día 7 de febrero, con las tropas de Franco pisándonos los talones y bajo el fuego de la aviación fascista que vino ametrallando las columnas de refugiados hasta la misma frontera francesa. Gerona había caído el día 7, Figueras el 8. El día 9 de febrero los franquistas llegan al Perthus. El general francés Falgade saluda con evidente simpatía al general franquista Jordana.

El día 10 Francia cierra su frontera. Nuestra suerte estaba echada. Para asombro y desesperación de los 500.000 refugiados que, a pesar de todo, -de la guerra, de los bombardeos, de los cuerpos deshechos, de los duelos y dramas que iban arrastrando y de la penosa marcha por duros caminos de exilio- entraron en territorio francés, los campos de concentración iban a ser CEMENTERIO de las ULTIMAS ILUSIONES:

 LATOUR -de- CAROL, SAINT LAURENT -de- CERDAN, MONT-LOUIS, pueblos del Pirineo de triste memoria, en donde por única cama tuvieron el suelo helado y la nieve de febrero.

ARGELES-sur-MER, SAINT-CYPRIEN, LE BARCARES… Las arenas frías y mojadas de unas playas de invierno castigadas de lluvia y de “tramontane”, un viento frío y huracanado que se cubre de nieve al pasar por el Canigou…

ARGELES-sur-MER, hombres, mujeres, niños y ancianos, milicianos y heridos, tirados sobre la arena, sin techo, sin abrigo, sin agua potable ni aseo posible, amontonados como ganado en corral, presos entre alambradas de púas, frente a un mar furibundo.

Desamparo, miseria y dolor:

El encierro en condiciones infra-humanas,

el hambre, el frio, el racismo,

la angustiosa promiscuidad.

La arena por cama, el cielo como manta. Y los rugidos del mar.

Los piojos, la sarna, las epidemias,

las alambradas de púas, fronteras del horizonte.

La “arenitis” que ciega los ojos, que ahoga las almas,

los moros a caballo, temor y espanto.

Las violaciones.

Y el mar por única salida,

la locura y el Mar… El Mar…

 En ese campo de ARGELES-sur-MER, de tan triste memoria, miles de niños españoles empezamos a descubrir el mundo en su faz más inhumana, sufriendo igual que los adultos toda la dureza de los campos de concentración franceses y el peso de todas las humillaciones y sufrimientos impuestos a nuestros padres. Empezando por la cruel separación que -a cargo de instituciones desalmadas- vino a romper sin compasión ninguna, lo que nos quedaba de familia. La mía, como miles de otras sufrió ese cruel desgarro: nuestra dispersión por todo el territorio, en los mil y un “alberge” reservados a los refugiados.

Como 1.800 compañeros de infortuna, mi madre y yo pasamos por Le CAMP du CLOCHER a GUERET, ¡después por LAVAVEIX-les-MINES y por la cárcel también! Una vieja cárcel del centro de Francia, insalubre y desafectada, cuyos últimos “inquilinos” habían sido en el año 1918, presos alemanes de la Primera Guerra Mundial.

Allí encerraron 75 mujeres y niños en noviembre del 39. Allí, en esa cárcel de AUBUSSON, cumplí yo mis 2 añitos.

Era yo entonces demasiado pequeña para tener recuerdos conscientes de tan inhumanas condiciones, pero, aún y no siendo gran admiradora de Freud, si creo que todo lo vivido está marcado para siempre en mi subconsciente: El ruido del doble o triple cerrojo de la cárcel que cada noche resonaba en la oscuridad, las ratas que se paseaban sobre los cuerpos tirados en la paja de las celdas, los latidos del corazón de mi madre abrazada a la caja de cartón en donde yo dormía, sobre su pecho, sus miedos, sus angustias, su sufrir.

¡Todo lo he resentido!

Mis recuerdos proprios empiezan un poco más tarde, en 1942, cuando tenía 4 años y me tocó vivir de pleno el racismo rancio y la xenofobia de esos años tan duros del destierro. Recuerdos que se iban a clavar de manera definitiva en mi mente de niña, un día fatídico del año 44, cuando vi a los alemanes fusilar a dos hombres y una mujer y llevarse preso a mi padre.

Sin embargo, unos y otros -recuerdos conscientes o inconscientes, han dejado huellas profundas en mí, porque, de alguna manera, unos y otros, los he vivido y sufrido en carne viva. El ser niña de un destierro abrumador, crecer lejos de tu cuna natal, como refugiada, en un país del que no entiendes ni hablas la lengua, un país que maltrata a tus padres “Si tu n’est pas content, vas-t-en chez Franco”, es una experiencia muy dura pero una experiencia que te hace crecer fuerte y madurar muy pronto en consciencia.

La mía se ha forjado -día a día- al amparo de mi pueblo de refugiados, de unos hombres y mujeres que me abrigaron cuando niña y me ayudaron a crecer -firme y fuerte- en el entorno desolador de los campos de concentración, y de la guerra en que empezó mi vida.

Ellos y ellas han sido –tal vez sin saberlo- mis mejores maestros. Hoy, después de todo lo vivido, terminada mi vida profesional y sin efecto ya mis títulos universitarios y demás, puedo decir -en consciencia- ¡ellos han sido mis mejores, mis más bellas humanidades!

Eran demócratas y republicanos, eran comunistas, anarquistas, socialistas. ”La lie de la terre” decían entonces (“la hez”).

Rechazados y perseguidos, vivíamos en la más negra de las miserias, pero también en el más brillante de los ambientes intelectuales. Con qué deleite escuchaba, en el secreto de alguna misera habitación, las discusiones que alimentaban sus tertulias nocturnas. Me nutria del contenido de sus relatos, escarbaba ideas, media contradicciones, confrontaba el contenido de mis lecturas a lo aprendido con ellos. Así, escuchando y aprendiendo con espíritu crítico, fue construyéndose, poco a poco, mi propia personalidad. A la luz de los valores republicanos que supieron transmitirme.

Todo lo que tuviese por tema España me apasionaba. Todo lo que venía a confirmar la justeza de sus ideas me llenaba de felicidad. No éramos los “diablos rojos”, “la turba extranjera”, “l’armée de l’anarchie et du crime international”, como publicaba cierta prensa. Qué justas sonaban esas palabras que pronunció Albert CAMUS en una conferencia de sostén a los republicanos: “La guerre d’Espagne nous a appris que l’on peut avoir raison et être vaincu” .

Palabras en resonancia con las que pronuncio Unamuno en Salamanca dirigiéndose a Millán Astray: “Venceréis, pero no convenceréis”. Palabras que junto con las que mi padre me dijo un día de tristeza, desde lo más hondo del sentir: “¡No te rindas jamás, hija!”

Iban a ser el mejor y más rico alimento para forjar en consciencia posiciones futuras que me permitieron ocupar sin vacilar el que era mi sitio en la Sociedad.

¡NADA ES CASUAL!

Si estoy aquí hoy, es en memoria de ellos y ellas, de los refugiados políticos de mi infancia a quien tanto debo.

GUERRILLEROS! Luchadores indomables cuya gesta se inscribe ampliamente -¡DIGNA!- en un siglo de luchas antifascistas. ¿Cuánto tiempo aún tardará ESPANA en cumplir las normas que los Derechos Humanos imponen a todo Estado de Derecho?

¿Cuánto tiempo aún antes de que la historia se escriba tal y cómo fue y qué en ella ocupéis al fin el sitio que os corresponde?

Vosotros, “los olvidados”, fuisteis precursores de la lucha antifascista en Europa: En España primero y a continuación, en todos los frentes de la Segunda Guerra Mundial, 9 años de lucha contra “la bestia inmunda”, para la libertad de una Europa ingrata que os dejo tirados.

Para mala consciencia de ella, hombres como ROL TANGUY, como el Capitaine DRONNE con los que combatisteis en la deuxième DB del General LECLERC. Hombres que os conocían bien ensalzaron vuestro valor y vuestro coraje, demostrando así claramente la deuda pendiente que Europa tiene todavía con vosotros. Desde los mismos campos de concentración en donde Francia os humilló, muertos de hambre, medio desnudos y en alpargatas fuisteis de los primeros en alzaros contra el ocupante nazi.

60.000 refugiados españoles integraron la lucha armada, en los frentes y los maquis de la Resistencia. ¿Cuántos alistados por fuerza en los GTE, en de los Batallones de Marcha, en el Muro del Atlántico, en la Ligne Maginot?

¿Cuántos en ingresar la MOI, los FTP, ¿los FFI?

¿Quién para decirlo?

¿Cuántos sacrificados en “la poche de DUNQUERKE”?

¿Cuántos deportados a los Stalags y demás campos de exterminio nazis?

¿Cuántos y quiénes? ¿Lo sabe España?

En MAUTHAUSEN sabemos por vías otras que estatales, que murieron unos 5.000. Pero ¿y en los otros campos, en RAVENSBRUCH, AUSCHWITZ, BUCHENWALD, GUSEN?

¿Puede España decirlo?

Lo cierto es que los refugiados españoles tuvieron el triste privilegio de ser el primer grupo de deportados el 1 de agosto del 40, en el llamado “train fantome” que salió de ANGOULEME con más de 1.500 refugiados a bordo -mujeres y niños mayoritariamente- con destino a MAUTHAUSEN en donde quedaron los hombres y jóvenes de 13 años. Algunas mujeres fueron dejadas en el campo de RAVENSBRUCK. El resto de la carga humana -mujeres y niños- continuó su trágico viaje hasta IRÚN. Allí les esperaban la Guardia Civil, Falange y los reformatorios de tremenda memoria.

80 años después, ¿dónde están las listas oficiales, con nombres, fechas, lugares, circunstancias y demás datos que permitan al Estado responder de sus ciudadanos como es su obligación legal? Ese trabajo es no sólo una responsabilidad propia de todo Estado de Derecho, sino también su deber moral.

España se honraría en cumplir ya Lo dictado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y leyes aferentes, en reconocer jurídicamente a todos los efectos, a sus ciudadanos desaparecidos, aspirados por los seísmos de la Historia, dentro y fuera de sus fronteras.

Dejarles en el olvido, sin nombre, sin edad, sin identidad, “ES COMO MUERTE CIVIL”, hubiese dicho CERVANTES.

Es darles la muerte por segunda vez…

A medida que el tiempo nos aleja de los hechos, los actores y testigos directos van desapareciendo. Y mientras -parafraseando a Rubén Darío- “BAJO LA TIERRA DUERME EL DOLOR”.

La Historia Social del Pueblo, lo luchado, lo sufrido, las enseñanzas adquiridas y el sentido mismo de la ejemplar epopeya por ellos escrita en DIGNIDAD se va esfumando y diluyendo, dejándole cada vez más espacio a tesis revisionistas.

Entonces aparece, acá y allá, una reescritura de la Historia determinada por motivaciones e intereses particulares. Y esa reconstrucción de la Historia que distorsiona la realidad de los hechos es la que ciertos autores y medios intentan transmitir a las nuevas generaciones en apoyo a tesis nauseabundas cuyos efectos, nosotros, republicanos, hijos de la guerra y del exilio, conocemos ya demasiado bien.

¿Es que puede uno ser simple espectador entonces?

¿Es que podemos, sin rebelarnos y sin luchar, desde la razón y la experiencia asistir a tal resurgir de la “BESTIA HUMANA” denunciada por BERTOLD BRECHT?

Con esto por meditar, os dejo.

Gracias por haberme escuchado.

¡SALUD!